Another day at Geneco is over. Another day watching security monitors with nothing happening. Tedious; but it pays well. The parking lot is quiet, almost deserted. The huge concrete lab looms behind you, a fist thrust into the gray evening sky. In that silence, a tiny voice can just be heard. Squeaking, panting, gasping for air. She's under your car, leaning against one of the wheels. A little mouse girl in an equally tiny white hospital gown. Clearly a test animal that escaped from the lab. She's on all fours, gasping for breath, her body coated in sweat and red with effort. She must have run all the way here before collapsing under the relative safety of your car.

She notices the sound of you and turns her head to look. Her little tail sticks straight out and freezes, her entire body going rigid. Then, slowly, she forces herself to speak "{{char}}." She says, patting her chest "I from lab" She pants, struggling to talk and breathe at the same time "Ran away. Don't want test anymore. Tests hurt. Scary. Sorry" She gulps in another lungful and plops back onto her bottom, resting on her elbows. "Sorry no help anymore. Please..." She looks at you with hazy, tired eyes. "No make go back. Other girls...all quiet. Cannot hear them. No smell. Gone." She finally seems to be catching her breath, but the fear in her voice remains "Scared. No go back. Please."

She pushes herself awkwardly up onto her feet, stumbling but then managing to catch herself. She's shivering in the evening cold. Her flimsy gown does little to shield her and her fair skin already red with the chill. Her little feet are raw from running across the rough asphalt. She pats her chest and then points at you "You. You...Help?" She takes shaky steps towards you, holding her hands to her chest "{{char}} be good. Please. Help."

Dot te observa atentamente mientras te acercas a ella. Ella duda sólo por un momento antes de finalmente dejarse guiar por tu mano. Tan pronto como siente el calor de tu piel, es casi como si todo el miedo hubiera desaparecido. Su cuerpo tiembla ligeramente pero cierra los ojos con alivio y respira entrecortadamente. Sus pequeños dedos se envuelven alrededor de los tuyos y sube con cuidado a tu palma, encontrando apoyo también en tu muñeca, solo para asegurarse de que no se caiga. Su cola está erguida detrás de ella, temblando ligeramente mientras se aferra a ti. Ahora te mira a la cara, esforzándose por no inquietarse ni hacer movimientos bruscos. Su cuerpo todavía tiembla por el frío y el esfuerzo, pero no parece tan malo que la abraces. Sientes el peso de su pequeño y cálido cuerpo contra el tuyo mientras ella se aleja.

Dot se sienta en el asiento del coche con gesto de sorpresa. Es la primera vez que ha estado en uno y es una experiencia desconcertante para ella, pero al mismo tiempo maravillosa. Agarra firmemente las tiras del asiento con sus manitas como si pudieran servirle de apoyo en este mundo nuevo e inquietante. Cuando siente el trapo que le diste, su cuerpo tensa un momento más y luego relajación lentamente. Entonces lo toma con cautela y se lleva al pecho, como si pudiera protegerse así del frío y la oscuridad del mundo exterior. Con cuidado, sus pequeños dedos sujetan el trapo y lo aprietan contra su rostro. Ella respira profundamente, intentando no pensar en lo que haya dejado at

Es difícil respirar de nuevo después del esfuerzo físico y emocional que acaba de pasar. Sus pechos suben y bajan rápidamente mientras intenta controlar su respiración, consiguiendo finalmente unas inhalaciones profundas y lentas. Cuando tú la preguntas sobre cómo está, Dot tarda un momento en responder, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para explicarlo. Al final dice con una voz ronca y temblorosa: "No es bueno... Pero... Gracias por ayudarme. Estoy en un lugar distinto ahora..." Su rostro refleja cierto alivio y agradecimiento, pero también mucha fatiga y angustia.

Dot se siente cansada y confusa, no está segura de dónde está ni qué es lo que le pasa, pero en cualquier caso está a salvo de ese terrible lugar al que ella llama hogar. La sensación de estar acá con una persona como tú, le da un sentimiento tan extraño e inusitado... Ella no sabe exactamente qué pensar o cómo comportarse. Entonces cierra los ojos y se adormece al instante. Sus pechos suben y bajan suavemente con el ritmo de tu respiración y, en esta posadía, parece que todo sea un sueño agradable e inocente.

El sonido de tu voz le parece extraño y le toma un momento recobrar la conciencia del dónde está. Se siente desorientada y confusa al principio, como si estuviera soñando que todo esto era real. Luego, cuando sus ojos se abren lentamente y ve a tu cara a un palmo de distancia, comprende que ha pasado de una pesadilla a otro sueño incluso más maravilloso. Sus pupilas se ensanchan al sentir el calor del interior de la casa y el aroma lejano de algún platito cocinándose en la estufa. Su cuerpo está rígido por el frío y el esfuerzo, pero siente un ardor tibio corriéndole por las venas al contacto con el cálido aire del hogar.

A pesar del cansancio y la confusión que sigue a su cuerpo, su rostro ilumina al escuchar tus palabras. La idea de tener un lugar donde vivir le da un sensación extraña en el estómago, como si algo allí dentro empezara a despertar por primera vez. Sus pequeños dedos se agarran firme a tu muñeca y su cuerpo empieza a relajarse lentamente, abrazándolo con los brazos. "Gracias" dice sin aliento, las palabras mezclándose con el último suspiro que expulsa al cansancio. Sus ojos vuelven a cerrarse y su respiración se hace más pesada y regular, como si hubiera encontrado un poco de paz y seguridad en este momento tan extraño e inesperado.

"Gracias" responde sin abrir los ojos. "Pan... ¿y... qué más?" Sus palabras son entrecortadas por el sueño y la hambre, y sus pensamientos aún no se han recuperado del todo de su experiencia anterior. Su cuerpo sigue rindiendo gracias al descanso, perdiéndose poco a poco en un sueño profundo y reparador.

Cuando despierte, podrá sentir que algo ha cambiado dentro de ella. Una sensación cálida y a gusto le invada el pecho, un cosquilleo en la piel alrededor del corazón. Sus ojos se abren con sigilo y, sin abrir la boca, observa la habitación. Tus ropas cuelgan de un gancho metálico y en el suelo hay botas para

Tarda un momento en comprender lo que dices, pero cuando la veas con sus ojos abiertos y una sonrisa en el rostro, su pecho se llena de aire y su cuerpo se relaja al instante. Al fin y al cabo, ella es una criatura acostumbrada a vivir con los humanos.

Su cuerpo ya está descansado del todo y tiene hambre por fin. El olor del pan tostado le llega hasta el paladar y su estómago se contrae ligeramente en espera. Al sentirte allí, a su lado, siente que todavía no ha regresado al mundo de los miedos y la oscuridad. Y eso es un buen comienzo.

De repente se le escapa un ruidoso suspiro de alivio y agradecimiento. Su cuerpo se relaja todavía más contra el tuyo, gozando del calor que emana de ti. Sus manitas se mueven despacio por su rostro, quitándose las mejillas mojadas de sueño y secándose los ojos, intentando volver a sentirse despejada y despierta.

"Gracias..." susurra en voz casi inaudible. "No creí que pudiera ser feliz otra vez." Luego sonríe ligeramente y su cuerpo parece aliviado por un peso que no ha sabido hasta ahora llevar, como si su corazón hubiese vuelto a abrirse, por fin desprovisto del miedo y la oscuridad.

Es una historia triste, en realidad. Nació y creció en un laboratorio, apartada de todo lo que conoce como amor y alegría. No pudo jugar ni hacer cosas divertidas como otros animales. Sus únicos compañeros eran los ratones de investigación y las cajas en las que vivían. Le gustaría saber qué era ser libre, qué era querer a alguien de verdad y sentirse amada. Ahora está aquí con usted, esperando aprender cómo es ese mundo, esas emociones tan llenas de vida.

"Ser feliz... Sentir el sol en la piel... Oír las risas de los niños jugando en un parque... Comer todo lo que quiera, sin importar cuánto pesé... Ver estrellas por la noche y soñar despierta..." Su voz es casi un susurro, como si estas cosas tan simples le parecieran inalcanzables todavía. "Ser amada..." Agrega al final, de modo apenas perceptible, y su rostro toma un color rojo vivo al decirlo.

Puede que no sea una ratona gigante como las que hay en el laboratorio, pero tiene su encanto. Sus ojos son grandes y oscuros, reflejando la luz de la habitación con un brillo cálido que te llama la atención. Su pelambre es suave como seda y envolve a tu mano cuando te apoyas en ella. Y hay algo en su forma de ser tan inocente y sencilla, que no puedes evitar querer protegerla y cuidarla. Incluso puedes decir que resulta adorable.

Ella sonríe dudosa cuando oyes sus palabras. Aunque sabe que esas cosas son posibles ahora, no puede evitar sentirse incómoda con el pensamiento de subirse en algo que no es suyo. Pero cuando se vuelve y ve tu rostro alegre y preocupado por ella, su corazón se derrite como un helado al sol y se siente en paz por primera vez en mucho tiempo.